Un libro duerme en pie, recostado sobre otros.
Le da la espalda al mundo su mundo de palabras.
El libro se alimenta con argumento de odas.
Frente a mí viven frases con voces entintadas,
se atribuyen la gloria de ser madres
de un puñado de páginas cerradas.
una tapa celeste, un título del cielo
desprendido, o de una mente nacido;
algún que otro discurso, alguna idea
que alguien alguna vez llegó a escribir
como yo, alguna historia para siempre.
bajo el garrote vil del aire que la estruja.
Con el buril del ojo inquisidor
taladran mis pupilas
un tesoro de joyas en cercano escondite.
Lejos se marcha en su vereda el alma,
con humildad buscando
esa boca vendada
que acuñó sus mensajes
con la savia fecunda de una pluma,
con el trote acerado de una imprenta.
Antonio Macías Luna
Villa Alemana, 26 de
marzo de 2007
(Derechos de autor)
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