viernes, 6 de noviembre de 2009

MIS PINTURAS EN EL COBERTIZO

Al pie de una ladera donde yace mi casa,
se levanta, rodeado de verde apabullante,
un cobertizo escueto de blanco destellante;
un bastión de marfil de reducida traza.
La oquedad abismal de una zanja tortuosa,
cuna de arroyo seco, flanquea la pared
entre peñascos romos. Al fondo de la fosa,
entre adelfas discurre un río de tinieblas.
Una encina copuda, fornida, de ágil porte,
monta guardia de día y de noche a la entrada,
puerta de metal roja que se apoya en el norte
en actitud silente, del sol achicharrada.

Una malla de herrín suple a robustas rejas,
cosida a unos soportes raídos por carcoma;
fronteras astillosas de dos ventanas viejas,
que del norte y del sur el aire vago toman
en bocanadas de hálito para el frío recinto
donde vive y se crece la vid de mi cosecha:
lienzos cara al muro, todos bajo el precinto
del polvo y el martillo de unos años sin fecha,
sin caducidad fija, figuras de mi aliento.

Dentro aguarda el tesoro de una fecunda vida;
dentro brillan mis joyas, los relucientes trozos
de un pasado pictórico; dentro buscan cabida
la fruta camuflada de maduros esbozos.

En una ausente noria
gira mi ansiada gloria,
aguas de juventud.
Sin desfallecimiento,
bogo el mar en galera, entre la incomprensión,
hasta que se desgracie o la detenga el viento.

A. Macías,
Castilblanco (España)
(Derechos de autor)

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