Todo saltó en la boca.
Todo se desenvolvió en su caverna,
en la intimidad de la saliva
regada sobre el cuero de la lengua.
Apertrechado con el verbo abrupto,
derribé la escollera de los labios.
Todo se reprodujo en salmo huido,
salmo que no era nada y fue al fin todo.
Me camuflé en el bosque de mi noche,
un bosque donde abundan pedregales,
una senda que alarga la atención
de mi airado mensaje.
Todo se calma súbito en el aire,
abrigo de mi rostro;
apelo al sabio juicio que me indique
si estoy desviado o lejos de la meta.
Me acurruco en la espera, arrepentido.
Prefiero mantenerme estacionario
como un rayo de luz entrometido
atisbando entre nubes milenarias.
Todo está detenido
hasta la llama de la hoguera airada;
tan gélida como una mano muerta,
tan blanca como un témpano de hielo.
Confío en que el lenguaje trabajado
como fino alabastro
sea el primer saludo de mi lengua,
no sea otra vez la causa de una herida.
A. Macías
(Derechos de autor)
Qué maravillosa forma de describir esa sensación.
ResponderEliminarDesde aqui, desde Sevilla, un abrazo.
Enhorabuena Antonio.
Mariló.
Que el lenguaje sea un instrumento de paz.
ResponderEliminarMis felicitaciones