Al rasgarse las nubes,
se agarran a sí mismas en jirones.
Locomotoras viejas se despiden
evocando vapores,
efluvios de metálicas calderas
que no arden ni de día ni de noche.
Un nuevo sol da forma,
sin mecánicos golpes,
a la espina dorsal de los tejados,
rendida a sus azotes.
Calladamente llega
a arriar el horizonte:
la plataforma delatora en grises
del suelo de los hombres.
Trabaja con pausada pesadez
a punto del desplome
encima de unos seres destrozándose,
revolviéndose como cachalotes,
entre algaradas de la humanidad,
acostumbrada al son de los cañones.
A. Macías
(Derechos de autor)
Bellas palabras
ResponderEliminartienen musicalidad
saludos!
Eduardo: Gracias por la visita y sus palabras.
ResponderEliminarsaludos