Mientras se ponen los albañiles
a silbar con los labios de la siesta,
de rodillas,
con una mano amarrada al palustre,
con la otra al ladrillo;
mientras asoma el hocico del perro
y les ladra desde el corral;
mientras sigue la tarde en apogeo
en el patio de casa y un cuadro de cemento liso y fresco
tienta al pie vacilante,
tú estás trenzando resplandores
con el pelo mojado,
en pos de la peineta de mis ojos.
Te acercas al pretil del pozo
y ensayas la garganta sumergiendo mi nombre
en un eco abismal.
A. Macías
(Derechos de autor)
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