Se pasea mi mano por la frente
seca para que el tardo pensamiento
vuelva a la vida y en cualquier momento
rebroten las palabras de la fuente.
Por la llanura estéril de mi mente
yo, pastor, busco el cadencioso acento:
las ovejas perdidas, alimento
que aviva al genio agudo y reticente.
Le pido a él su candelabro añoso,
lo froto usando versos como paños
y al ritmo de un soneto melodioso,
salen estrofas líricas a caños.
En silencio, en trabajo minucioso,
yo, pastor feliz, junto mis rebaños.
A. Macías
(Derechos de autor)
sábado, 4 de octubre de 2008
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