Movido por un lenitivo canto,
me envuelve su devoto abrazo, gama
de graves con agudos que embalsama
un austero clamor dormido en llanto.
Ante el coro mis lágrimas aguanto.
Embozado en latín, el aire aclama,
en dulces notas de sinuosa llama,
el eterno carisma de algún santo.
Vibra en cruz de gargantas la sonora
unión de voces; la auditiva tea
con miedos, con temblores titubea
y en el templo un suspiro alado aflora.
Entre incienso y penumbra se pasea
Dios Padre, quien de amor conmigo llora.
© Antonio Macías Luna
V. Alemana (Chile), 28 de agosto de 2017
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