Que me abandonen a los pies de un pino
en España o en Chile, y de mortaja
me cubran dos banderas, tierra y laja
bajo el cielo andaluz o aconcagüino.
Que el pinzón o el queltehue en mi destino
le canten al gusano que rebaja
la ceñida madera de una caja.
A él, artesano sin piedad, conmino
a que se aloje en mí, arrumbado en sueño.
En un monte o volcán se unja con grises
para nombrarse rey de las raíces.
Y él, del bosque y pinar oculto dueño,
repuje con paciencia mi figura
en lecho patrio de una sepultura.
© Antonio Macías Luna
Lautaro (Chile), 12 de febrero de 2010
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