lunes, 29 de agosto de 2016

A MI HIJA EVA

                           
                           

                                I


Eva, hoy no hay gaviotas aquí en lo alto.
Me asomo al mar y lo encuentro anodino;
abajo aguas turbias
no dejan de imitar mi exhausto ritmo.
Te sumerjo en las cuevas de mi pecho,
pues me abruman pelícanos
con caras de huracán,
con lenguas de peligro.

En este acantilado tan remoto
guarda silencio el mar sin fuerza y liso,
carente de clamores,
sin vaivenes undívagos.
¿Dónde están la afonía de su espuma,
sus ecos, sus quejidos?
Sus frases en idioma de ficción
renegaron del grito;
posiblemente esté bramando en sueños,
quizás esté dormido.

Cierto que muchas noches, muchos días
nadaron al vacío;
ya son años pretéritos,
ya son barcos perdidos
por el timón de las incomprensiones,
rumbo a nuestros suplicios.



                        II

En la higuera feraz de Andalucía
se conversan las hojas al unísono
y en la araucaria húmeda de Chile
se arrullan picaflores con zumbidos.
Eva, siente el caudal de nuestra sangre
en el tronco arrugado del olivo,
y, si abruman fulgores en Sevilla,
busca en su luz la de Valparaíso.

Hija mía, baluarte de elegancia,
vid ejemplar con fértiles racimos;
mariposa temblando entre colores
en hoja carrasqueña de lentisco;
hija del alma, torre de amargura,
bajo el fuste solar del torvo estío
en esa tierra machacada a fuego
no mires al abismo.

Acá estoy trasvasando por tu ausencia
mis quimeras al cofre del destino;
mientras te emplazo de un país al otro,
ya vuelve el mar feliz a este sitio.
¿Serán unas gaviotas
que vienen a espantar a los pelícanos?

"Papá, es mi brisa hablándote
tras un empuje de olas que persigo"
.


© Antonio Macías Luna
V. Alemana (Chile), 14 noviembre 2009
(Un borrador del poema fue incluido por primera vez como entrada en este blog el 2/12/2009 a las 23:28 horas)

No hay comentarios:

Publicar un comentario