Al encenderse el astro mañanero,
se iluminan paredes y ventanas,
zaguanes, soportales.
Al despertar del lóbrego agujero,
las pasiones humanas
se hunden de nuevo en simas abismales.
Calles mitad en sol, mitad en sombras
se llenan de color
con tupidas alfombras
que rozan una veta gris de asfalto.
Con ánimo y vigor
mi torre al cielo va de un solo salto.
Mis ojos buscan todo cuanto existe;
con empeño persiste
mi corazón, que encumbra
al ser que mi yo alumbra.
Sin temor a la vida miro al frente,
sigo con la cabeza levantada.
Por sí misma se forma la pendiente
que a fuerza de años pesa en mi terreno;
sin usar voladura controlada,
sin mecha ni barreno.
A. Macías
(Derechos de autor)
sábado, 26 de diciembre de 2009
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