martes, 15 de diciembre de 2009

CREPÚSCULO

El crepúsculo va empequeñeciéndose,
no presta oídos a mis quejas íntimas.
Se queda indiferente a mis ruegos,
llega, llega en silencio, destronado,
a cualquier escondrijo.

Se avecina al atardecer despacio
cuando menos lo aguardo, cuando no lo quiero.
¡Qué más da!
Se apostan en vigilia los gladiolos
en mi jardín con gestos de victoria.
Hacen señas, a veces cabecean,
no sé si sorprendidos
por el trombón sutil de esta llegada
o por la asfixia de invisibles dedos,
filos de uñas que no les pertenecen.

Se retrata el ocaso en la ventana
con crines de farolas.
Yo me pregunto por qué
ha de mostrar su desnudez a todos,
por qué tiene que ser cómo quiera él.
Si tan seguro está de mí y no teme,
debería quedarse en mis pupilas.

No, no soy yo quien viene.
El tiempo es quien se afana por volverme la espalda
con el rostro adelante;
con unas manos que describen surcos
en el llano desliz de cualquier torso,
en las grietas sumidas del semblante,
donde quedan inéditos
los capítulos leídos de la vida.

Con el paso imparable de la brisa
se enredan los cabellos de otro día,
otra fecha cabal del calendario
dispuesta por el tiempo en fila india.

La noche se convierte en compañera,
con entrañas de iones encendidos,
con descenso de negrura implacable.
La oscuridad, conviviente del aire,
repleta de mutismos,
me conduce hasta el sueño.



A. Macías Luna
(Derechos de autor)

No hay comentarios:

Publicar un comentario