lunes, 19 de octubre de 2009

DE ALCALÁ DEL RÍO A BURGUILLOS

Alcalá del Río escucha
de unos cipreses las quejas
tras blancos muros sagrados
con lechos de almas que esperan.

Esta mañana domina
la blanca niebla que pesa
sobre las calles del pueblo,
los surcos y las cunetas.

El ancho Guadalquivir
hila en plata la silueta
de la comarca andaluza
bajo una tenue linterna.
Recién parido, sin brío,
el sol en su ascenso peina
el cuero de los sembrados;
despacio se despereza
y trata de disolver
la vaporosa humareda.

Lonas de huertos relucen,
dirigen la carretera,
discurren con amplitud
y en San Ignacio se pliegan.

Burguillos, casi serrano,
con resplandores se echa
bajo los montes dormidos,
en los que nace la sierra,
un cordón de suaves curvas
al pie de Sierra Morena.

Después del triunfo del sol,
ya vivos se desmelenan
cientos de surcos como olas
en un telar de dehesas,
de hondonadas y subidas
que los olivos remedan.
Los ojos lloran de quienes
bajo la gran lumbre observan
las planicies en que pacen
reses con astas inquietas.

Las aguas del río Viar,
en tumultuosas regueras,
murmuran y huyen salvajes
como celestes culebras
por la sedienta campiña
para zambullirse en tierra.
Serpenteando a San Ignacio,
por llanos fértiles llegan
mojando zanjas vetustas
y abriendo antiguas compuertas
con piel de negro tizón:
hierros movidos por ruedas
dentadas, firmes a toda
acción del tiempo funesta.

En el infierno de julio
aguas fecundas son éstas,
obsequio del fresco Viar
que con sed de riego aciertan
a morir en Cantillana,
en un confín de La Vega.


(A. Macías)
Castilblanco (España), diciembre de 1998
(Derechos de autor)

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