Rozo tu piel, y es como hueso.
Con mis cinco dedos calientes
voy empujando a tus rompientes
oleadas de cal que atravieso.
No podrán hundirte con el peso
mis embarcaciones silentes,
pero notan tus displicentes
hielos a cada ida y regreso.
No se apacigua tu arrogante
envergadura al terciopelo
que se coloca en tu semblante,
un arrugado y tenue velo
con cuyos hilos me rebelo
contra tu porte de gigante.
A. Macías
(Derechos de autor)
Sorprende encontrar en este tiempo, donde se resalta el dolor,angustia, la tristeza, la injusticia y el amor al o la amada(o), un autor que escriba a los objetos inaminados como la piedra, arena, pared.
ResponderEliminarSiempre hay mucho que aprender y difundir con agrado.
Gracias de nuevo, ingrid