viernes, 3 de octubre de 2008

RECUERDO AQUELLA TARDE

Recuerdo aquella tarde azul de mayo
mientras, echado en su hombro, le decía:
"Pronto verás brotar el recio tallo,
que nos traerá fortuna y alegría".
Por laureles y trémulas moreras
llegaba el huerto hasta las sementeras.

Sus ojos eran fuente de luz pura,
émulos fieles del atardecer;
los míos discernían con ternura
frutos que comenzaban a crecer.

Sacudían los cuerpos nuestras risas
en el sendero hollado por carreras,
y acariciaban manos suaves,
lisas las mías arrugadas y groseras.

La primavera fértil y agradable,
preludio fue de aquel otoño amargo
que, tras desenvainar un torvo sable,
en mi costado hundió su acero largo.

Me afligen con pesar tardes de siesta,
de colorido claro, acogedor,
con los perfumes del jardín en fiesta,
que auguraron el fin de nuestro amor.

Sin ella estaba, al destemplar septiembre.
Ya no recorre junto a mi el camino.
Sin ella estoy al enfriar diciembre,
y llora el perro tras su olor, cansino.

Ante la senda rota por la nieve
contemplo alrededor ramas desnudas.
Quiero que a ella mis suspiros lleve
el vendaval cargado de hojas mudas.

Me aúllan hoscas, frías ventoleras:
"Ya no vendrá. Sabes que justo aquí,
entre blancos laureles y moreras,
muere el carril que la alejó de ti".

A. Macías (de "Versos que empujan desde el alma")
(Derechos de autor)

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