domingo, 5 de octubre de 2008

A MIS DOS HIJAS

Os quiero entregar versos que empujan desde el alma,
y es que no abro, hijas mías, los labios fácilmente.
No brotan las palabras como agua de una fuente;
son plumas desgajadas que ignora el aire en calma.

¡Mis dos pichonas blancas empezando a volar!,
las dos erais luceros en triste amanecida;
colofón de la noche atroz de mi partida,
que almas infantiles no quiso trastocar.

El sino me envolvió de impenetrable bruma,
me privó del arrullo de mis tiernas palomas;
en mi marcha caí tras encumbradas lomas
y me sumí en un río encrespado de espuma.

El tiempo, gastador de inagotable paso,
me confina en el claustro de un hermoso lugar,
en un lecho vacío sin nadie a acariciar
y a seguir contemplando el decadente ocaso.

Ah, mi agreste rincón, recogido aislamiento,
donde en horas fecundas de desierto solaz,
confieso, niñas mías, no puedo hallar la paz
que reclama con ansia mi patrio sentimiento.

En el recalentado peto de mi cerebro
destellan talismanes que ostento con orgullo;
los sonidos de vuestras voces, débil murmullo
que trae el atardecer. Con rojizo requiebro
me pinta el cielo dos nombres, Susana y Eva,
con tintes que le presta la arrebolada viva;
son al cabo del día panacea efectiva
para mi corazón, mi malparada gleba.

Cada vez que, con voz dulce, el viento me llama,
os respiro en su soplo mientras riza los montes
y se evade, hijas mías, a otros horizontes,
donde mi pensamiento con nostalgia os reclama.

Os percibo en el suave nocturno que me ampara,
cuando cesa el pardal su arrebato canoro,
cuando el sutil rocío vierte incesante lloro
y un joven sol dorado sus saetas dispara.

Aún mi aliento perdura en vuestro corazón,
y es mi sangre el torrente que corre en vuestras venas.
Con justa sensatez limpiemos las arenas
que ciegan nuestros ojos: la terca sinrazón.

Ya lo veis, me han brotado encadenadas frases;
se ha vaciado mi espíritu, se ha cerrado la herida.
“Os adoro, hijas mías”, musito, en despedida,
cuatro palabras libres de galas y disfraces.


A Eva María y Susana,
mis primicias en España;
tan lejos en el espacio,
tan próximas en el alma.
A. Macías
(Derechos de autor) (de "Versos que empujan desde el alma")

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