La advenediza ola pasea, ruge,
dando ejemplo de augusta placidez,
derrochando espasmódica esbeltez
hasta que su uniforme masa cruje.
Salobres lágrimas esparcen llanto,
que moja el áureo paño de la arena;
gargantas en la espuma, que se frena,
rodean mis tobillos con su canto.
La ola trae una barca. Soy yo mismo,
la que de naufragar se atemoriza;
la que el mar puede devorar sin prisa,
mientras le ofrece su vasto espejismo.
Y cuando la onda tira, vuelve al seno
que la engendró, se traban mis pies
en montecillos, una y otra vez,
donde a ser palo fijo me condeno.
A. Macías (recitado en el Circulo Cultural de Reñaca)
(Derechos de autor)
lunes, 13 de octubre de 2008
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