domingo, 19 de octubre de 2008

AL ALGARVE

(Foto de Vtornet, licencia de documentación libre GNU)

¡Algarve! Tierra hermana de mi alba Andalucía,
te extiendes tras un río, tras un azul lindero.
Mentón fino de Iberia, eres luz y armonía.
Sobre el Guadiana un puente, collar de gallo fiero,

alza su airosa cresta mirando a dos corrales,
dos naciones que gozan de envidiable quietud.
A tus campos de fuego se ciñen a raudales
girasoles lanzando crines densas de luz.

Es la holgada autopista retorcida culebra
que, oprimiendo gargantas, salva hondos barrancos;
su aguja curvilínea con grueso hilo se enhebra
bajo avisos de tráfico en caracteres blancos.

Al alba lagrimea la piedra secular.
Despunta en una iglesia la aguja recortada
de un triste campanario, cuando empieza a clarear
el día, despidiendo el sol la madrugada.

Las ruinas de un castillo estoicamente aguantan
del poderoso tiempo algarradas adversas.
Murallas sin coronas del suelo se levantan
con rancias hendeduras en la calina inmersas.

¡Alturas de Loulé! Mostráis puntas de lanza,
chimeneas que encumbran nevados caseríos
en vallejos y montes donde callado avanza
un vibrante herbazal huyendo de los ríos.

Veo casas vetustas, paredes ocres, blancas
rozar sendas angostas; dinteles manuelinos
se retuercen con furia y en lóbregas barrancas
enronquecen las aves colmándolas de trinos.

Veo huertas sangrantes y almendros entre olivos.
Un potente carmín en descarnada tierra
me habla de polvo y sed, me conduce a los vivos
troncos, a los que mi alma, seducida, se aferra.

Árboles y más árboles rozan las carreteras;
sus copas recargadas espurrean con rojos
llanuras de esmeralda, fértiles sementeras
colmadas de frutales, solaz para mis ojos.

Las higueras murmuran con débil voz de mando,
pero descuellan sobre sus viejos compañeros.
Con rasposas manazas al aire van dejando
el sudor y el aroma de higos plañideros.

¡Portugal! Son tus montes las redondeadas ubres
con augustas florestas, a cuya fresca sombra
quería contemplar la seda con que cubres
los confines al sur de tu rugosa alfombra.

Necesitaba mi alma de nuevo estar contigo
para olisquear tus rosas. Mi espíritu se embriaga
buscando en tus rincones la ansiada paz y abrigo,
que por doquier acechan, mientras tu luz se apaga.

Con aromas de flores y vespertino cántico,
en el ocaso el sol empieza a enrojecer,
y al fondo se adormece el cadencioso Atlántico
bajo el manto cubriente de un lento atardecer.

A. Macías (poema publicado en "Versos que empujan desde el alma")
(Derechos de autor)

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